septiembre 20, 2024

Adiós Marsella, la ciudad que vio caer y levantarse a Los Pumas y donde el tachero no evoca a Maradona ni Messi


Se acabó la estadía en Marsella, c’est fini. La ciudad que en el mismo mes recibió la visita del Papa y en la que se jugaron seis partidos del Mundial de Rugby, seguirá siendo la más desigual de Francia. La única en la que un taxista responde al estímulo de la nacionalidad de sus pasajeros con un “¿Argentina? ¡Pipa Benedetto!”, para señalar el escudo del Olympique de Marsella en el tablero de su auto.

La misma ciudad de tránsito caótico, pero en la que basta que un peatón apoye el pie en la senda para que los conductores de vehículos pisen el freno. Es la segunda en población de Francia después de París y no por su densidad demográfica la gente anda apurada para subir o bajar del transporte público: los que están abajo, esperan el descenso de quienes están a bordo, algo imposible de lograr en el subte porteño o el tren Roca en horas pico.

En Marsella, los subtes pueden ir bajo tierra o por la superficie y una las líneas tiene una particularidad: no usa los rieles, tienen ruedas y las cubiertas van por un entramado de metal. Los vagones son vintage. Tonalidades naranjas y marrones combinadas con un cremita dejan ver cuantas sotas tienen: casi cincuenta y siguen conectando buena parte de la ciudad. Nada de aire acondicionado ni ventanas abiertas: un sistema de ventilación de dudoso funcionamiento que envuelve a los pasajeros con un aroma inolvidable.

Se extrañará a la ciudad que vio caer y levantarse a Los Pumas. Tal vez porque tiene algo de ese vértigo al que uno está acostumbrado, pero con normas de convivencia más amables. Es el principal puerto francés, la puerta histórica al Oriente y de allí los sabores. Los aromas de las especias en los mercados y las costumbres musulmanas que la convierten en una versión de Francia que no la de las postales parisinas.

El subte, en una instancia del viaje en la superficie. Fotos Emmanuel Fernández/ Enviado especial El subte, en una instancia del viaje en la superficie. Fotos Emmanuel Fernández/ Enviado especial

Le sobran ratas, eso sí. Pero al parecer, están en todos lados y ninguna ciudad en Francia se libra de ellas. “¿París?”, pregunta el último chofer antes de la partida de los enviados a la Ciudad de la Luz. “Vayan y comparen, pero en mi opinión, aquello es un cliché”, escribe y muestra en la pantalla de celular.



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