El movimiento libanés Hezbollah, cuyo jefe, Hassan Nasrallah, fue eliminado por el ejército israelí en un bombardeo al sur de Beirut el viernes, es uno de los principales enemigos de Israel.
Esta formación política y militar creada, armada y financiada por Irán, nació en 1982, en la primera guerra del Líbano. Y libró un mortífero conflicto con Israel en 2006, que traumatizó a la sociedad libanesa y al grupo le sirvió para consolidar su poderío.
Tras el ataque del movimiento extremista Hamas en el sur de Israel el 7 de octubre, que desencadenó la guerra en la Franja de Gaza, Hezbollah reactivó el frente norte de Israel, en «apoyo» a su aliado palestino.
Los enfrentamientos transfronterizos derivaron en un conflicto casi generalizado a principios de esta semana, con Israel lanzando una campaña masiva de bombardeos en los bastiones de Hezbollah en el sur y en el este de Líbano, así como en la periferia sur de Beirut.
Desde hace meses, Israel ha debilitado considerablemente a este movimiento, tras asesinar uno a uno a sus principales comandantes, incluido su jefe militar, Fuad Shukr, que murió en julio en un bombardeo en un suburbio al sur de Beirut.
La muerte de Nasrallah es un duro golpe para el movimiento.
Su historia y su arsenal
El «Partido de Dios» fue creado en 1982 tras la invasión israelí de Líbano, a iniciativa de los Guardianes de la Revolución, el ejército ideológico de la República Islámica de Irán.
Se convirtió en la punta de lanza de la lucha contra Israel, que se retiró progresivamente de Líbano hasta que, en el 2000, abandonó el sur del país tras 22 años de ocupación.
Desde entonces, el grupo libanés y las fuerzas israelíes se enfrentaron episódicamente, hasta librar una guerra en 2006 tras el secuestro de dos soldados israelíes en la frontera entre ambos países.
Israel lanzó entonces una gran ofensiva. La guerra, de 33 días, mató a 1.200 libaneses -sobre todo civiles- y a 160 israelíes, militares en su mayoría.
La resolución 1701 del Consejo de Seguridad de la ONU, que puso fin a la guerra, estipula que solo el ejército libanés y los cascos azules de Naciones Unidas deben ser desplegados en el sur de Líbano.
Pero Hezbollah mantuvo su presencia en la región, donde, según los expertos, cavó una red de túneles.
Reforzó su arsenal, que incluye misiles guiados, y reivindica tener más de 100.000 combatientes.
Las principales instituciones del movimiento se encuentran en el suburbio del sur de Beirut, desde que Israel mató en 1992 al predecesor de Nasrallah, Abas Masaui.
Hezbollah es la más influyente de las formaciones del «eje de la resistencia» promovido por Irán contra Israel, que reúne al Hamas palestino, a los rebeldes hutíes de Yemen y a grupos iraquíes.
El partido también apoyó militarmente al régimen de Bashar al Assad en Siria, donde un levantamiento popular en 2011 derivó en una insurrección armada y una guerra que se libra hasta hoy.
Pero, desde que se congelaron las líneas del frente, la formación redujo su contingente en el país.
Formidable poder político
Tras el fin de la guerra civil libanesa (1975-1990), Hezbollah es la única facción que conserva sus armas, en nombre de la «resistencia» contra Israel.
Se impuso como una fuerza política ineludible y sus detractores lo acusan de constituir un «Estado dentro del Estado». Nasrallah era considerado como el hombre más poderoso del país.
Formaba parte del gobierno y del Parlamento, donde ni su bando ni sus adversarios cuentan con mayoría absoluta, lo que hace que, desde hace dos años, no se haya elegido aún a un presidente de la República.
Su popularidad y su creciente influencia dentro de la comunidad chiita se apuntala en una extensa red de escuelas, hospitales y asociaciones al servicio de sus simpatizantes.
Estados Unidos clasificó en 1997 a Hezbolá en su lista de organizaciones «terroristas» y sometió al grupo a sanciones económicas y bancarias.
Washington lo acusa de dos atentados simultáneos, ocurridos el 23 de octubre de 1983 en Beirut, que le costaron la vida a 241 Marines estadounidenses y a 58 paracaidistas franceses. También le imputa tomas de rehenes occidentales durante la guerra en Líbano.
Desde 2013, la UE también considera a la rama armada del movimiento como una organización «terrorista».
El partido ha sido acusado de implicación en el asesinato del ex primer ministro libanés Rafic Hariri, por el que dos de sus miembros fueron condenados en ausencia a cadena perpetua en 2022.
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