“Pedro Sánchez tiene una papa caliente en las manos”. Lo dice Julio Borges, ex presidente del Parlamento venezolano exiliado en Madrid. Y así define el papel de España en la crisis post-electoral en Venezuela, donde la oposición asegura que en los comicios del 28 de julio su candidato, Edmundo González Urrutia, obtuvo el 70 por ciento de los votos mientras que el régimen chavista autodeclara vencedor a Nicolás Maduro.
El 8 de septiembre el gobierno de coalición español acogió y prometió asilo político a González Urrutia, un ex diplomático que, de la mano de la líder María Corina Machado, es presidente electo, según la oposición.
“Pedro Sánchez tiene una papa caliente en las manos porque las instituciones políticas españolas, como el Parlamento y el Senado, reconocen el triunfo de Edmundo González y reconocen el fraude de Nicolás Maduro. Pero Sánchez está atrapado en el chantaje que le está haciendo Maduro con lo de romper relaciones”, dice Borges.
Julio Borges nació en Caracas en 1969. Es abogado, papá de cuatrillizos y uno de los más feroces opositores al chavismo. Su rostro ensangrentado circuló por los noticieros internacionales en 2016, cuando su reclamo por un referéndum para destituir a Maduro le valió un golpe con un tubo de metal que le partió el tabique nasal.
El diputado asumió, sin embargo, como presidente de la Asamblea Nacional venezolana a principios de 2017 y fue protagonista del diálogo en República Dominicana entre el gobierno de Maduro y la coalición opositora Mesa de Unidad Democrática para acordar las condiciones en las que se desarrollarían las elecciones de 2018.
Borges fue presionado para firmar un acuerdo que no garantizaba unos comicios libres y las negociaciones fracasaron.
“Me tocó vivir en carne propia lo que ahora hicieron con Edmundo González”, dice Borges a Clarín.
Se refiere a las presiones que el ex candidato venezolano reconoció haber padecido por parte del régimen para firmar un documento en el que reconoce la victoria de Maduro y poder así salir de Venezuela, decisión que el régimen tomó por él.
Borges recuerda su propio infierno en el que los actores eran los mismos que pusieron las condiciones para el exilio forzado de González Urrutia: la vicepresidenta Delcy Rodríguez y su hermano, Jorge, quien hoy ocupa el cargo que hace siete años desempeñó Borges al frente del Parlamento venezolano.
El ex presidente español José Luis Rodríguez Zapatero, observador internacional en las elecciones de julio y señalado como mediador en el exilio de González Urrutia, también fue el intermediario en aquellas negociaciones fallidas de República Dominicana.
Según Borges, Rodríguez Zapatero llegó a amenazarlo si no aceptaba las condiciones electorales que imponía el régimen en 2018.
-Usted dice que el ex presidente español “pasó de ser un mediador a ser un gestor de los intereses de Maduro” ¿Por qué?
-En el año 2017-2018 yo era el presidente del Parlamento y encabecé la delegación que tuvo la negociación con la dictadura de Maduro. El mediador era Zapatero. Y la delegación, al igual que ahora con Edmundo González, la integraban Delcy Rodríguez y Jorge Rodríguez, lo que dibuja una especie de equipo permanente que está articulado. Y esa realidad sigue viva. Zapatero fue, entre comillas, observador electoral en las elecciones del 28 de julio. Casi dos meses después, no ha dicho nada de lo que vio, no ha dicho nada del fraude que seguramente él también vivió. Y lo vemos aparecer entre sombras en la salida de Edmundo González. Para mí, eso opera con una lógica de policía bueno y policía malo. Maduro sería el policía malo que le pone en la cabeza a Edmundo una pistola, amenaza a su familia y le pone una orden de detención. Y luego aparece el policía bueno que le dice: ‘Yo puedo encontrarte una salida’. Pero, al final, policía malo y policía bueno son los dos perversos.
-¿Rodríguez Zapatero intercedió para que usted se refugiara en España?
-No, no medió para que yo saliera de Venezuela pero me presionó para que yo firmara ese acuerdo de Dominicana en el que no se garantizaban elecciones libres. Y yo me negué a firmarlo. Y ahora hizo lo mismo con Edmundo. Es increíble que a estas alturas, impunemente, un ex presidente de un gobierno español esté involucrado en este tipo de acciones totalmente antidemocráticas y violatorias de los derechos humanos. Y además clandestino.
-Circularon imágenes de González Urrutia y los hermanos Rodríguez reunidos en la residencia del embajador español en Caracas. ¿Cómo se puede interpretar que esa escena haya tenido lugar en ese territorio español en el exterior que se considera inviolable?
-Allí lo que se cometió fue un delito desde el punto de vista político y desde el punto de vista jurídico. El delito político es la nocturnidad, que es cuando se comete un delito de noche y eso lo hace más agravante, y la complicidad con el régimen de Maduro para hacer un acuerdo que no fue un acuerdo. Lo que hicieron allí fue un sometimiento, una violación, un ultraje a una persona para obligarla a salir del país. No son los acuerdos que históricamente deben tener como escenario una embajada en conflictos internacionales. No. Fue una guarida para hacer con nocturnidad, alevosía y total intención un delito político y un delito jurídico.
-¿Le parece que es suficiente lo que argumenta la cancillería española cuando dice que González Urrutia, aunque estaba en la residencia del embajador español, era libre y autónomo de sus actos?
-Para nada. Es de una ingenuidad malévola decir que veían a un señor que simplemente estaba decidiendo por su propia voluntad. Cualquier venezolano sabe que eso no es cierto.
-¿Cuál es el verdadero rol de España en Venezuela?
-Ojalá hubiera un solo rol de España, en el sentido que hubiera una clara unificación del problema venezolano en España y que hubiera un claro reconocimiento al fraude electoral y al triunfo de Edmundo González y de María Corina, que duplicó en votos a Maduro. Ese sería el ideal de lo que debería ser el rol de España. Lo que está sucediendo ahora es una situación en la cual Pedro Sánchez tiene una papa caliente en las manos. Pedro Sánchez tiene en este momento una oportunidad, como la tuvo (el presidente chileno) Gabriel Boric, de deslindarse de un gobierno de izquierda, como lo está haciendo (el presidente brasileño) Lula (da Silva) y como lo debería hacer (el colombiano Gustavo) Petro.
-El gobierno español se ampara en que está alineado con la posición de los países de la Unión Europea: no habrá reconocimiento de un presidente electo de Venezuela mientras las actas electorales no sean públicas.
-Sánchez está amparándose en una formalidad que él mismo podría liderar con mucha más intensidad hacia un pronunciamiento más claro. En el resto de Europa España tiene una especie de preponderancia sobre lo que sucede en Iberoamérica. Y estoy seguro de que si Sánchez liderara en Europa la necesidad de reconocer el triunfo de Edmundo y de María Corina y la necesidad de reconocer que Maduro hizo fraude, el resto de los países mirarán con confianza el hecho que España esté marcando ese rumbo. Eso es lo que uno esperaría en este caso.
-La fecha para que el próximo presidente venezolano asuma es el 10 de enero de año que viene. ¿Es un plazo posible para lograr el reconocimiento de González Urrutia como presidente electo y que ocupe el cargo en el Palacio de Miraflores?
-Me parece demasiado tiempo. La presión es hoy. Chutar (patear) el balón al 10 de enero es peligrosísimo. No está planteado por nosotros, como alternativa democrática y oposición, repetir el fenómeno de un gobierno interino o un gobierno en el exilio pero lo que sí se quiere es que se reconozca que se ganó el 28 de julio, que hubo un fraude masivo, que los votos están allí y que Edmundo González fue electo ese día. Eso es lo mínimo, desde el punto de vista político. No es una petición descabellada.
-Pedro Sánchez dijo que hay tiempo hasta fin de año para negociar…
-Todos los actores internacionales que han dicho eso lo han hecho para ganar tiempo. Pero no está bien si no se entiende la emergencia: mientras tanto, la dictadura va fracturándole los huesos a lo que queda de la sociedad venezolana.
-España, sin embargo, tiene a dos de sus ciudadanos cautivos en Venezuela. Están acusados de pertenecer a los servicios de inteligencia españoles y de estar programando un atentado contra Maduro del que usted también formaría parte.
-Es parte de ese mismo chantaje y presión. Agregan temas en las negociaciones para que el cambio democrático en el país quede como último punto en la agenda, para que al final las negociaciones quedan en la periferia, en las cosas que ellos mismos se inventan. Tengo ya cinco órdenes de detención en Venezuela.
-¿Cree que Maduro romperá finalmente relaciones con España?
-En mi opinión es parte del chantaje. Es parte del plan de llevarlos al precipicio.
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