Argentina ha tenido siempre la capacidad y la posibilidad de contar con muy buenos equipos para la Copa Davis. Siempre dispuso de grandes jugadores, que por su calidad y su versatilidad daban siempre la chance de ilusionarse con un triunfo sin importar dónde ni contra quién se jugara. Por eso en muchas ocasiones, y es el caso en la actualidad, los capitanes han tenido los problemas propios de la abundancia: tener que dejar afuera a alguien con méritos y con razones para pretender estar en el equipo.
Coria tiene hoy en Báez, Cerúndolo y Etcheverry a tres tenistas de un nivel extraordinario. Además de su juventud, ya empiezan a acumular experiencia en este tipo de contiendas. Báez, que hace pocas semanas tuvo su mejor ranking como 18°, Cerúndolo fue 19° hace poco y Etcheverri, 29°. Encima en el equipo no fueron convocados Navone ni Díaz Acosta, jugadores de primer nivel de que en muchos otros países hubiesen sido claramente titulares. Nosotros tenemos la suerte de tenerlos ante la necesidad o -¿por qué no?- en un futuro muy cercano estar en la búsqueda de encontrarles una posición en del equipo.
El dobles tiene su historia y sus temas. Molteni y González estuvieron en los Juegos Olímpicos y son dos eximios doblistas que juntos han tenido muchísimos logros, incluidos títulos de torneos Masters 1000. Están dándole fortaleza al equipo, sin entrar en el entrar en el debate ni en la discusión de si Zeballos tendría que haber estado.
Lo cierto es que Argentina tiene un equipo súper compacto, sin mayores fisuras. En su juventud y en su experiencia tienen esta gran posibilidad de ilusionarse. En Inglaterra tendrán en Canadá, Gran Bretaña y Finlandia los obstáculos para sortear y acceder a las finales en noviembre.
Báez, Cerúndolo y Etcheverry evolucionaron de la mano en los últimos años, con un enorme crecimiento que se vio reflejado en la obtención de títulos. Báez esta temporada ganó un ATP500 en Río de Janeiro y consiguió títulos en polvo de ladrillo y en cemento en semanas consecutivas. Cerúndolo pudo el año pasado conseguir un título sobre el césped, superficie que para la Argentina le ha sido siempre esquiva. Y Etcheverry, si bien aún no tiene títulos, ha estado en finales y vive uno de sus mejores momentos.
Guillermo Coria deberá analizar de qué manera consigue sacarles provecho y hacerlos sentir a todos en ese estado de comodidad y confort que es donde mejor se rinde. Sabemos que la convivencia es clave. Por una cuestión de hábito y de costumbres, en la Davis se habla de “el equipo” argentino. La realidad es que internamente es un conjunto de individualidades que deben convivir y el desafío del entrenador -mejor dicho, del seleccionador- es ser el malabarista que genere ese ambiente en el que todos se sientan seguros, tranquilos, cuidados y respaldados.
Si algo quedó claro en la historia es que la Copa Davis muchas veces es paraíso o infierno. La pasás muy bien o la pasas muy mal. No te deja en el medio. Y eso tiene que ver con entender la responsabilidad de funcionar en equipo, dejando un poquito de lado las individualidades para el bien común. Saber por qué están haciendo un enorme esfuerzo.
Después de jugar el Abierto de Estados Unidos, pasaron un par de días por Argentina para volver a irse a Europa, donde habían estado tan solo algunas semanas atrás. Van a portar la bandera y a buscar el sueño de estar por lo menos otra vez en instancias de finales de la Copa Davis.
Tenemos calidad, tenemos juventud, tenemos jerarquía y experiencia. Solamente nos queda salir a jugar en un escenario que probablemente sea un poquito más frío y más alejado de lo que estamos acostumbrados y de lo que más queremos: tener a nuestro público cerca, a nuestra hinchada haciéndose sentir. Lo cierto es que Argentina, con Báez, Cerúndolo, Etcheverry y el dobles de Molteni y González, tiene un gran equipo. Más allá de sus rivales. Más allá de la superficie.
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