“La locura dice más verdades que la confesión bajo tortura”.
Es una frase tremenda; Yo el Supremo de Augusto Roa Bastos:
Hay tortura y hay locura en Venezuela
La dictadura bolivariana emite todo el tiempo voces locas. Ni Maduro convocando a pelear a Elon Musk lo oculta, ni Diosdado Cabello la disfraza en su feroz stand up cotidiano .
Bajo tortura la elocuencia estalla en alaridos que desocultan la infamia de los torturadores.
El grito de los torturados resalta el horror de la imperdonable demencia violatoria de los torturadores.
Los aviesos dictadores lo dicen todo y por ellos en rigor hablan las balas que disparan, las vejaciones que imponen a millones, el hambre, las enfermedades que se propagan porque se robaron hasta los medicamentos.
A éstas horas, María Corina Machado ha convocado a una marcha otra vez, con ese coraje, que es lo último que le queda a ese país. Ese coraje sin embargo es la puerta a la ardua libertad.
“Ganó cada chamo que no se quiere ir…” dijo la María Corina.
Ganaron todos los que ganaron aunque todos perdieron tanto.
Todo lo perdido lo han recuperado con esa épica, aunque no tengan nada, aunque solo puedan ostentar la persecución de los dictadores y la de sus armados genuflexos.
Aunque sólo queden sus lágrimas.
Hay formas diversas para ganar o perder. Las vidas perdidas no se recuperan y las heridas no cerrarán nunca. Pero la moral se gana.
Ese nido de mil víboras es el álgido desafío para cada chamo, para cada madre, para los hijos y las hijas, para los abuelos, para una persona que le dijo a éste cronista frente a la embajada de Venezuela, “aquí en Buenos Aires tengo frío, quiero volver a mis playas hermano”. Quieren volver al calor y al sol de ese alma llanera, de ese país que recibió a tantos argentinos en nuestros tiempos oscuros.
Están perdidos, moralmente perdidos, aunque no se vayan nunca los dictadores. Están ahogados en sus venenos, en sus mentiras, en ésta última gran mentira que conoce todo el mundo.
A sangre y fuego, con saña, brutales, ignorantes, iracundos, sobradores, tramposos, traidores, obsoletos, siniestros, perversos, atados a su propia avaricia de poder, los diarcas Nicolás Maduro y Diosdado Cabello ordenan secuestrar, torturar, matar y abultar de desaparecidos a un país que ya ha sufrido demasiado y que clama por su libertad.
Es que a éstas alturas no queda más que una inevitable diatriba contra los malvados.
Es tiempo de analizar la vigencia de los esperpentos en Latinoamérica, las bandas de obsecuentes que han sabido consolidar, los sicarios en manada que los obedecen, la alta soldadesca involucrada en narco negociados como ellos, es tiempo de comprender aunque sean incomprensibles sus vínculos con los peor de los peor, con Hezbollah, con Hamas, con el Cartel de los Soles, es tiempo ya. Ya es hora de analizar cómo fue la cocción de esa violencia espiralada que solo ofrece dolor y desasosiego, separaciones de los más cercanos, proscripción de todo el mundo que no sea oficialista, aplastamiento del movimiento estudiantil disidente en su mayoría, abolición de la prensa libre y ahora, ahora mismo persecución y amenazas muy creíbles contra María Corina Machado y contra Edmundo González Urrutia, la esperanza encarnada en ellos, obligados a refugiarse de los malandras, de los crápulas, de los sátrapas.
Hay una profundidad, un corazón del horror, un corazón bífido.
Millones votaron al nuevo presidente González Urrutia, y otros, los menos, enlazados por los tiranos acometen el horrible show de una victoria que no fue.
Y entonces, lo que era esperanza, parece derretirse otra vez en desazón.
¿Cómo se sale del fin del infierno?
¿Quién pacta con los demonios?
¿Cómo y quién les concede salvoconductos para que se vayan de una vez?
Argentina no es Venezuela, pero era la intención de varios poderosos convertirla en Venezuela. No lograron aquí como allí derrotar a los grandes medios periodísticos, las Fuerzas Armadas -desguazadas dicho sea de paso- no se plegaron al proyecto chavista, aunque Cesar Milani es un chavista nacionalista ungido en su momento por Cristina Kirchner para alinear al ejército con los mandatos que llegaban de Caracas.
Hay un patíbulo listo y presto para todos los que quieren ser libres en Venezuela.
El mundo libre clama y reclama.
La lista de tiranos latinoamericanos es antigua, arcaica y todavía en Venezuela, Cuba y Nicaragua vigente.
La opresión ideologizada ha sido tematizada y aún así no fue exorcizada.
Afirman que ganaron, ante la risotada de los libres. Pero perdieron.
Aunque no se vayan están perdidos por farsantes, por perseguidores, por torturadores, por opresores, por la memoria de lo peor, porque son el altar de la ignominia, porque son la estatua de sal que los momifica en la impiedad, en el robo, en la masacre serial.
Porque las manos manchadas por sangre no se lavan nunca, pero nunca Maduro y Diosdado, porque ya está.
Porque están perdidos, aunque no se vayan jamás.
Pero se irán. Temprano o tarde.
Se irán aunque no se vayan. Porque se han ido desde el principio desde la más elemental dignidad hacia el terremoto de lo más indigno en el poder.
Porque no hay tiranía que no haya concluido, aunque maten, y ellos matan, aunque torturen, y ellos torturan, aunque secuestren, y ellos secuestran, y matan y torturan y mienten.
Pero ni siquiera esta mentira y esta sangre y esta infamia borrará la verdad.
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